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Del libro “BODEGAS CARLOS J. KRAUEL (1870-1985)” Calidad, tradición y elegancia. Autor: Manuel Martínez Molin

Fueron los Krauel una familia culta, con alta sensibilidad artística, buen gusto y preocupación por la calidad, puestas en práctica tras la fundación de una factoría para la exportación de frutos y vinos de Málaga hacia el año 1803, bajo el liderazgo del primer residente Krauel llegado desde Alemania, que encantado de nuestra tierra, su gente, su clima y sus frutos, se empadronó en nuestra ciudad.

El arriba citado personaje fue Carlos Joaquín Krauel Pétersen, joven de unos treinta años, que con el capital heredado de sus progenitores fallecidos en su país natal, Alemania, se establece en Málaga, para iniciar y desarrollar una importante trayectoria exportadora vinícola y pasera, ejercida con anterioridad por esta saga familiar en su país, por varias generaciones y durante más de dos siglos.

Tras algunas décadas de profesión exportadora, Krauel Pétersen toma la decisión de hacerse acompañar en sus actividades por su hijo mayor, Carlos Juan, nacido de su matrimonio malagueño, que llega a sucederle con posterioridad en todas sus actividades  y negocios, cuando la ancianidad imposibilita a Pétersen, habiendo llegado el momento  preciso, para que Carlos Juan Krauel se ocupe, en primera persona, de las actividades mercantiles paternas como legítimo heredero, tomando la decisión de no hacer cambio de nombres ni siglas, aunque como empresario y continuador opera bajo el mismo nombre de su padre, omitiendo el propio, sin descuidar que llegado el momento y la edad para una nueva sucesión, Carlos Joaquín Krauel Marra, nieto del fundador e hijo de Carlos Juan se hace cargo, a nombre propio, de todo el negocio, que comienza a llamarse: Carlos J. Krauel, decisión personal de Carlos Joaquín que se registra bajo su propio nombre y apellido, ilusionado con un nuevo proyecto familiar, consistente en la conversión de aquella factoría de negocios vinícolas y fruteros, en una bodega de crianza con viñedos propios y destilería para licores espirituosos como anís, aguardiente de Ojén, brandy, ron, triple de naranja, ginebra y una larga lista de cremas  para postres y celebraciones, convirtiendo en más ambiciosa, variada y amplia, la antigua tradición familiar exportadora hacia Alemania, mercado donde gozaron durante mucho tiempo del favor general, manteniéndose allí algunas sagas de negociantes, clientes de gran interés para la familia de Krauel Marra, por su contrastada solvencia y su organización impecable en ambos países, estableciendo la nueva edificación de su bodega en la calle Esquilache, numeros 12 al 16 de Málaga, durante el año de 1870.

Krauel Marra es muy consciente de la tradicional dedicación familiar al negocio de los vinos málaga, poniendo gran interés por distribuir tan codiciados mostos, criados,  envejecidos y bien controlados en su propia bodega, por todos los mercados de Europa y América, con prioridad para países como Brasil, Cuba, Panamá, Alemania, Irlanda, Reino Unido, Holanda, Bélgica, Suecia e Italia, organizando una red de corresponsales por todo el territorio español, para sacar máximo provecho a la cercanía, sin descuidar la puesta en práctica de las muchas experiencias acumuladas y el oficio asimilado junto a sus antepasados, negociantes de longeva y muy solvente trayectoria exportadora, bien curtidos en el comercio de vinos y espirituosos andaluces, principalmente malagueños, muy bien organizados para cosechar favorables resultados económicos y empresariales, vieja costumbre que Carlos J. Krauel seguiría manteniendo intacta, en el buen ejercicio de una proverbial fidelidad a la exportación de todas las variedades malagueñas, con sus matices tradicionales y sin menoscabo de tan estimable diversidad licorera en barrilería y por arrobas, en damajuanas forradas de cáñamo, esparto, tomiza o anea y en botellas de tres cuartos, medio litro o miniatura elegantemente presentadas.

Especial meticulosidad debía llevarse a la práctica, al tratar del especial mundo de los vinos puros y abocados con arreglo a las estrictas normas de la liturgia eclesial: “Vinos Para Consagrar” que los Krauel depositaban bajo estricto control administrativo con almacenamiento meticuloso de algunas órdenes religiosas en sus conventos, para que estos ejerciesen las funciones de distribución y pureza de orígenes a través de sus tornos giratorios de clausura, donde debían acudir los párrocos y capellanes, o en su lugar los coadjutores o sacristanes con autorización para realizar las compras en proporciones controladas, con exclusivo destino a su conversión en la Sangre de Cristo durante la eucaristía diaria, importante tarea en la trayectoria de sus antepasados alemanes, orgullo que jamás disimularon, aunque Marra, como sensible Krauel español nacido y casado en Málaga, dominador de su idioma nativo y también del alemán tan importante para sus negocios. La nueva empresa comenzaba a incluir modernidad, imagen de marca y etiquetado artístico con arreglo al modernismo imperante en las bellas artes por todo el mundo, en imparable corriente que desde Alemania estaba invadiendo y embelesando a toda Europa.

Los renovados Krauel tratan de emprender y explorar nuevos caminos hacia superiores metas por el  mundo, con todas sus botellas, canecos, garrafas y barriles en envases ilustrados, nueva idea jamás explorada por ninguno de los miembros familiares que les precedieron y rara avis todavía en España, donde las técnicas cromolitográficas comenzaban a acudir en auxilio del gremio de bodegueros, con una espectacular lluvia de artísticas viñetas capaces de añadir luz, color y realce para una presentación atractiva de vinos, licores y frutos desecados al sol y las brisas mediterráneas de Málaga, como las pasas moscateles con su importancia económica complementaria para cosecheros, bodegas y muy numerosos almacenes de selección, manipulación y exportación, donde empleaban a millares de personas, con grandes éxitos demostrados en los países más avanzados de Europa, como Francia, Inglaterra, Austria y Alemania, de donde llegó hasta nosotros el feliz y preclaro invento de finales del siglo VXIII. La litografía en primer lugar y la Cromolitografía seguidamente, cuando se consigue la inclusión y mezcla de colores sobre la litografía, una idea experimentada y perfeccionada durante largos años por el genio de su descubridor, Aloysius Senefelder, poeta y músico pobre que al no encontrar editor para sus partituras y poemas, busca la solución por si mismo, explorando en la naturaleza una nueva forma de sacar provecho gratuito, a materias muy conocidas y utilizadas por la humanidad, pero imprescindibles para el desarrollo y buen fin de tan nueva técnica: La piedra, el agua y la grasa, todo basado en la imposibilidad de mezclarse entre si, que distingue a las dos últimas, acontecimiento histórico que por fin corona a Senefelder con el laurel de los triunfadores.

La plaga filoxérica seguida por interminables años de aguda crisis en el gremio,  que casi hizo desaparecer las viñas, el periodo republicano seguido de la guerra civil, con el añadido de la posguerra, mas los años de “Ley Seca Americana” intercalados, no fueron buenos tiempos en las bodegas de los Krauel, con frecuencia sacudidas de altibajos y sucesivas marchas atrás, en sus también ulteriores planes de competitividad, renovación y recuperación.

Con inversiones sin un futuro claro a la vista, esta empresa familiar venida a menos como la inmensa mayoría de bodegas malagueñas por aquella época, Krauel Marra pudo sobrevivir, aunque bastante mermado en sus posibilidades de negocio, casi un milagro en tan arriesgados tiempos de control, racionamiento y miseria, en los que se vieron en la necesidad de desaparecer, por causas irracionales o miedos fundamentados, algunas importantes empresas exportadoras y bodegas con nombradía y solera como Damian Wankel, Manuel Egea y los hermanos Caffarena entre otras, igualmente especializadas en vinos para la liturgia eucarística de la Misa.

Carlos J. Krauel asumió los riesgos de seguir funcionando, aunque a medio gas,  durante esta época tan escabrosa, para poder llegar hasta los interminables años de la postguerra, con el negocio extraordinariamente debilitado en economía y reservas, y con la empresa constituida como Sociedad en Comandita junto al resto de sus hermanos, para pasar poco después, a constituirse como “sociedad limitada”, bajo el nuevo nombre comercial de Vicusol S.L.

Parcialmente desplazados en los mercados internacionales por proveedores de otros países, se les complicó muchísimo la supervivencia, ante las tensiones y amenazas a que la Bodega de Krauel había estado sometida, hasta optar por una categórica discreción, casi equivalente a la clandestinidad, en sus actividades comerciales, hasta que Carlos Krauel Gross regresa a Málaga en el año 1937, de donde permaneció ausente durante todo el tiempo que duró la guerra Civil, con la intención irrenunciable de tomar las riendas del negocio familiar, en nombre propio y del resto de hermanos y herederos, tras el fallecimiento de sus progenitores, tratando de relanzar las actividades, con el punto de mira enfocado hacia el comercio con España y Alemania como mercados preferentes, así como Italia, Reino Unido e Irlanda, tan importantes como destinatarios para los vinos de altar, consiguiendo además ser nombrado cónsul de Suecia para Málaga como varios de sus antepasados, cargo en el que se mantuvo durante más de veinticinco años.

Las circunstancias habían cambiado tras la cruenta Guerra Civil del 36, aunque los durísimos nuevos tiempos convirtieron en una quimera la reconquista de mercados ya perdidos y ocupados, por lo que, de nuevo, los tiempos tenían que ser de paciencia, y Carlos J. Krauel Gross que estaba dotado de esa y otras virtudes, tuvo tiempo y resistencia para abundar en los viejos proyectos de su padre y antecesor inmediato, optando por tratar de dotar a la bodega de una renovada imagen, para presentarse de nuevo en los mercados, como una empresa revitalizada y al nivel de nuevos tiempos, con todos sus vinos y licores elegantemente embotellados, artística y expresivamente etiquetados en todas sus variedades, sin descuidar la exportación en botas, fórmula casi exclusiva e histórica en el comercio con sus adictos y parientes Krauel alemanes, fieles importadores y distribuidores para el país de sus antepasados.

Krauel Gross, el último Carlos J. Krauel en el histórico gremio de los señores del vino en Málaga, era un hombre responsable y culto, de extrema exquisitez en sus modales de caballero andaluz, con una sensibilidad poética notoria, plasmada en un poemario que salió de la imprenta en 1973, titulado “Cuadernillo Lírico”, así como en sus esporádicas colaboraciones en la prensa local; amante de todas las bellas artes, con muy notable religiosidad de asceta, vivida, practicada y manifestada en su muy dilatada trayectoria de militancia y colaboración desinteresada e inapelable, como militante de la “Cofradía Sacramental de Viñeros” malagueña, en cuya restauración, reorganización y puesta en marcha se involucró activamente.

Los Krauel, siempre fieles y cercanos a las tradiciones y celebraciones litúrgicas, especialistas en distribución, meticulosos controladores de la calidad y pureza que se ha de mantener en los escrupulosos mostos naturales para la consagración, cuando se trata de sus vinos de altar, nunca descuidaron sus esmerados y minuciosos compromisos con la ciencia, a la que frecuentemente solicitaban los buenos servicios de sus químicos más responsables y de sus laboratorios más avanzados, a fin de poner continuas muestras a disposición de las autoridades responsables en la iglesia católica y sus ministros, porque así lo exige la celebración de “La Santa Misa”, que conmemora la conversión del vino en sangre de Cristo para alimento de sus fieles asistentes.

Tras solicitar al Ilustrísimo Señor Obispo de Málaga, su pronunciamiento en el tema que nos ocupa, este responde como príncipe de la iglesia, en documento escrito de la forma que sigue:

“NOS EL DR. D. MANUEL GONZÁLEZ Y GARCÍA, por la gracia de DIOS y de la Santa Sede Apostólica Obispo de Málaga, etc.

Atestamos y certificamos: Que el Sr. Carlos Krauel, del comercio de esta ciudad, viene dedicándose hace años a la elaboración de vinos para consagrar y que es católico práctico, distinguido por su piedad, y según los informes recibidos, perito en su industria; por todo lo cual sus vinos para consagrar se estiman en general que reúnen las condiciones litúrgicas, y que muchos Rectores de la Iglesia en esta Diócesis los usan en santo Sacrificio con completa confianza.- En testimonio de lo cual expedimos el presente firmado por Nos, sellado con el mayor de nuestras armas y refrendado por nuestro infrascripto Secretario de Cámara y Gobierno, en Málaga a veinte y cuatro de Septiembre de mil novecientos veinte y cuatro.”

Carlos J. Krauel Gross, bien asistido por su hermano Juan, y junto a él como copropietario y administrador, fueron capaces de poner a prueba desde el primer momento de su aparición por la bodega, sus exquisitos e innatos sentidos del orden y la estética, que gracias a su pasión vinicultora, el arte, la historia, las tradiciones, el patriotismo, los oficios, la heráldica y el costumbrismo popular español, lanzó a los mercados una serie de marcas renovadas o nuevas y destilados vinícolas espirituosos, embotellados con brillantez poco común, muy bien etiquetados y presentados con  sobresaliente clarividencia de todo lo antedicho, aunque tan difíciles años de escasez y extremas necesidades en aquella España posbélica semiderruida, dejaron muy contados aspirantes al consumo de tanta calidad, situación agravada por el estallido de la segunda guerra mundial, cuyo altísimo poder de destrucción, empobreció a muchos millones de europeos y algunos países, rompiendo los mercados en medio mundo antes de restaurar la normalidad en los españoles, dando al traste con gran parte de las esperanzas de recuperación, puestas en juego por estos  últimos Krauel en su nueva imagen de marca, y a pesar de haber exportado hacia todo el mundo, especialmente a los devastados países europeos, millares de botellas de vinos quinados, restauradores de la salud perdida, como el denominado Coracero, Quina Málaga, moscatel para enfermos  y en menos proporciones el Vinum de Vite para la consagración, cuyas etiquetas están ilustrando este sustancioso relato.

En la GUÍA TUTRÍSTICA, COMERCIAL E INDUSTRIAL DE MÁLAGA para el año 1941, de J. Galache Romero, aparece el siguiente anuncio:

 

CARLOS J. KRAUEL S. en C.

CRIADORES Y EXPORTADORES DE VINOS DE MÁLAGA

Casa fundada en 1870

MARCAS REGISTRADAS:

“POSTILLÓN”  Dulce Negro

“ANTEPASADO” Lágrima

“ESTIRPE”  Moscatel

“ARQUEÓLOGO” Pedro Ximénez

“PRIMITIVO”  Semi-dulce

“ARCAICO” Abocado

“SALEROSO”  Seco o Dulce Añejo de los Montes de Málaga

 

VINOS DULCES ULTRAÑEJOS:

“NOBLE”  “OCHOCENTISTA”  “GOYESCO”  “DIECIOCHESCO”

 

 MÁLAGA QUINA:

“CORACERO”  Gran reconstituyente

Aquellos caldos casi divinos que criaron, envejecieron o quinaron los Krauel, personajes que llegaron del frío, acomodándose al clima benigno y acogedor de nuestra ciudad, sumándose al numeroso plantel humano de nuestra industria de frutos, vinos  málaga y aceites, hasta conquistar nuestros afectos y hacer llegar a nuestras mesas los aromas y sabores que emanaban sus destilerías y bodegas con mucho oficio, elegancia, distinción y presentaciones sublimes, que jamás defraudaron al mundo, porque esta empresa de sangre perchelera y vena alemana domiciliada en calle Esquilache 12-16,   siempre estuvo sustentada sobre experiencias, conocimientos y esfuerzos de operarios profesionales y experimentados, con vecindad en este castizo barrio marengo, licorero, bodeguero y tonelero, solar de músicos, artistas y maestros de la tauromaquia clásica, que trabajaron para esta meticulosa bodega del Perchel, bajo una batuta sabia afectuosa y servicial, siempre empuñada por algún Carlos Krauel y finalmente por un importante dueto familiar entre los dos hermanos, Juan y Carlos Krauel Gross.

En enero de 1933, un periodista de “Blanco y Negro” que no se identifica con su nombre, sino como D. O, escribe: “La cortesía de ley es patrimonio que se hereda. El joven gerente de esta casa antiquísima, predilecta de Roma para los vinos de consagrar, que lleva el nombre del fundador, su antepasado, nos recibió con tal amabilidad, que creímos al salir, que nuestro reloj se había detenido.

Alegría de bodega jerezana en el patio principal y originalidad extraña al ascender a las naves de las bodegas en los pisos altos. La venencia – que aquí es pipeta de absorción – la manejaba D. Carlos con tanto dominio como los arrumbadores, y nos ofreció de tantas clases y añadas, que el gusto y competencia de los fundadores quedó en evidencia.

Los extranjeros acuden a esta bodega desde el barco, y colocándoles sillas ante unos barriles que hacen oficios típicos de mesa, les obsequian con todas las calidades que prefieren, y raro es el que no lleva para siempre preso en su recuerdo este acogimiento de generosa y proverbial hospitalidad, que tan alto habla a favor de Málaga.

Mucho quisiéramos decir de esta casa y de las atenciones que en ella nos rindieron, pero la falta de espacio nos lo impide; quede en rehenes nuestro ofrecimiento de ocuparnos en otra ocasión de tantos agradables e interesantes detalles, como quedan inéditos en nuestro carnet.”  Sic. D.O.

Los hermanos Krauel Gross, Carlos y Juan legaron al universo, a España, a los malagueños y especialmente a los percheleros, tras sus respectivos fallecimientos en los años de 1983 y 1996, el imperecedero testimonio de una estirpe con más de dos siglos de intensa relación con los frutos del paraíso; sus particulares trayectorias ejemplares, una distinguidísima minuta de variedades con rancio pedigrí de buena casta, fruto de su  innato y particular espíritu creativo, que derramaron a raudales sobre aquellas deliciosas y abundantes especialidades de sus destilerías, junto a los mostos licorosos y exquisitos  de sus propias bodegas, mimosamente criados y envejecidos en Málaga, para endulzar los paladares de buen gusto en todo el mundo, delicadamente presentados y rebosantes de peculiaridades para la comunicación humana, contaron además con un insigne e inolvidable etiquetado histórico.

Carlos fue una gran figura de nuestra historia industrial, último entre los Krauel de la crianza y el comercio de los vinos, un malagueño de aquellos que nos devuelven al renacimiento de los “Señores De Las Viñas”, para que todavía podamos seguir hablando de calidad, importancia, exquisitez, finura y elegancia tan particulares de estas renombradas bodegas históricas, al mando de su último timonel, ajeno a presunciones, cargos públicos, concursos y ferias de vanidades.

Su etiquetado básico es de expresión clara y distinguida, estando representados todos los tipos de vinos málaga, con su diversidad de variantes al completo. El resto de sus etiquetas, las más elaboradas, aquellas que reclaman nuestra atención hacia sus mostos licorosos y licores tranquilos, capaces de aportar distinción y elegancia a nuestras reuniones y sobremesas, podríamos agruparlas en cuatro apartados:

 

HERÁLDICAS; numeroso grupo que presenta ilustraciones orladas, alusivas a oficios, honores, galardones y cargos públicos, como “Noble”, “Estirpe”, “Senador”, “Arqueólogo…”

COSTUMBRISTAS: “Saleroso”, “Manolas”, “Dieciochesco…”

PATRIÓTICAS: “Antepasado”, “Coracero”, “Postillón…”

ESPECÍFICAS: “Vinum de Vite”; una especialidad con destino a la liturgia de la eucaristía, para cuya producción, Krauel Gross no consideraba a su bodega ni a su persona suficientemente dotadas, confiándola, para mayor tranquilidad de su conciencia, al superior oficio y sabiduría de uno de sus colegas más capacitados y mejor dotados; su amigo personal José Garijo Ruiz, heredero y legítimo titular de la conocida “Antigua Casa De Guardia” compañero de militancia en la hermandad sacramental de viñeros, tras el cumplimiento de severa condena y voluntaria renuncia a su ideología marxista, antes de pretender y conseguir finalmente su ingreso en la citada hermandad, en cuyo seno, enemistados e ideológicamente enfrentados, deciden reconciliarse tras la guerra civil, iniciando nueva vida de perdón y amistad mutua, que algunos miembros de “Viñeros” achacan al “Jesús Nazareno”, el Cristo con cruz a cuestas, concebido por la inspiración ascética de Adrián Risueño, para que los viñeros y bodegueros de Málaga pudiesen volver a su secular y antigua costumbre de culto y devoción en torno a un nazareno, tras la destrucción irracional de aquella imagen de otro Señor de los Viñeros malagueños, destruida, junto a otras muchas, entre las llamas, los tiznes, las ascuas y la inmensa humareda extremista del odio antirreligioso e irracional de varios grupos, en una endemoniada mañana de 1931, primer mayo republicano en la Málaga del siglo XX, como parte de un inmenso patrimonio religioso que albergaba la renacentista y céntrica iglesia-convento de la Merced, al que estuvieron rindiendo culto durante siglos, desapareciendo sus cenizas entre los escombros de tan importante lugar de culto, fe, oración y penitencia.

Para cerrar esta emotiva y breve semblanza sobre la vida vinícola de la familia Krauel malagueña, que llegó desde Alemania para convivir entre nosotros con todas sus consecuencias, debo volver a declarar mi más sincero agradecimiento a Carlos Krauel García-Pelayo, porque como  consecuencia de aquel afortunado encuentro, durante mi exposición en la feria de agosto de 1998, se fraguó la entrega a mi persona, de varios miles de etiquetas para botella, a través de otro miembro de esta familia bodeguera; se trata de Ignacio Krauel Barrionuevo, hijo del último administrador y copropietario Juan Krauel Gross, varias veces aludido en este relato, aunque me consta la muy importante donación de otros objetos con significativo valor histórico y documental, a través del “Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen Málaga, Tierras de Málaga y Pasas de Málaga”, algunos de ellos expuestos desde el primer día de apertura al público, en las vitrinas del Museo del vino málaga.

He aquí a la familia Krauel, coronada por su nobleza. Así reza la frase latina que rodea a su escudo de armas: “ECCE FAMILIA KRAUEL…”

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